viernes, 15 de febrero de 2013

Muestra de ignorancia y autoritarismo:Nota de Gustavo Lopez en tiempo argentino


En el año 2005, siendo ministro secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, presenté junto a un grupo de expertos la candidatura de Buenos Aires como Paisaje Cultural ante la Unesco.
La Unesco selecciona, premia y ayuda a preservar parte del Patrimonio de la humanidad, declarando a determinadas zonas o ciudades de valor para el mundo.
Una de las nuevas categorías habilitadas por la organización internacional es la de Paisaje Cultural, establecida con el fin de atender a las ciudades latinoamericanas cuyo desarrollo urbanístico de los últimos tres siglos impactó sobre el paisaje natural, convirtiendo a esas ciudades en únicas y diferentes.
Buenos Aires presentó su candidatura rescatando a la ciudad construida no sólo sobre los históricos San Telmo y Monserrat, sino valorizando además el eje institucional de Av. De Mayo desde Casa de Gobierno hasta el Congreso; la Av. 9 de Julio y la zona ribereña desde La Boca hasta Nuñez, incluyendo la zona de los museos sobre Libertador. Es decir que Buenos Aires se reconocía por su eje 9 de Julio, Av. De Mayo y sus aledaños, que la hacen única y diferente. De haber obtenido el reconocimiento de la Unesco, la Ciudad hubiese tenido que invertir en la preservación de esos espacios, ya no como patrimonio porteño sino de toda la humanidad.
Es por ello que los millones de turistas, argentinos y extranjeros que todos los años vienen a Buenos Aires, admiran su arquitectura y su cultura. ¿Cómo es posible que Mauricio Macri desconozca el patrimonio cultural y único de esta ciudad? ¿A alguien se le ocurriría pensar que el alcalde de Río de Janeiro mande destruir las ramblas de Copacabana o Ipanema? Obviamente que no. Sin embargo, la falta de conocimiento más elemental, llamada ignorancia, mezclada con el autoritarismo neoliberal (menemismo tardío) llevan a Macri a destruir un símbolo porteño como la Av. 9 de Julio y la Plaza de la República para poner un cuestionado Metrobus que lo podía haber resuelto sobre las calles Cerrito y Carlos Pellegrini, sin destruir patrimonio y cortando la conexión norte-sur que tiene la ciudad.
Si no se detiene ya la construcción de esta obra, lamentaremos como en los '90 lo que se perdió y que, como sabemos, a veces no se recupera, y que en el mejor de los casos se tardará décadas en volver al punto de partida.
Esta obra es ilegal, además de irracional. Debió haber pasado por la Legislatura porteña y espero que la movilización popular, la acción de los legisladores y la aplicación de la ley por los jueces pongan fin a un atropello. Ahora la Democracia funciona, representa los intereses de los ciudadanos, por eso  confiamos en que vamos a ganar.