A veces los argentinos tenemos mala memoria, o memoria corta y muy
rápidamente nos olvidamos de algunas cosa que vale la pena tener siempre presente,
como el neoliberalismo y sus consecuencias.
Los ’90 dejaron su marca en
nuestro país. Las políticas llevadas a cabo por el denominado “modelo
neoliberal” conformaron, en realidad, un
programa salvaje de desmantelamiento del sector público. Detrás de supuestos
objetivos de racionalizar y hacer más eficiente la economía, se implementó un plan
que debilitó las capacidades de la sociedad de regular los mercados. Este
proceso, basado en la denominada teoría del libre mercado, no ha tenido
influencia sólo en lo económico. En las esferas de lo político, lo ideológico y lo social se forjó
una sociedad injusta y una democracia muy débil que no logró frenar los
procesos de exclusión social.
La exclusión social va mucho
más allá que la pobreza, ya que es la incapacidad para participar en la vida
económica, política y cultural de una sociedad. Es un proceso de desintegración
social, una ruptura progresiva de las relaciones entre el individuo y la
sociedad. En él operan factores que determinan las condiciones de privilegio y
las condiciones de vulnerabilidad; crea los universos de los incluidos y el de
los excluidos.
Lo que ocurrió en la Argentina de los noventa fue un proceso de
construcción social de identidad del excluido.
Revertir ese proceso
devastador parecía imposible. Las fuerzas del mercado se había adueñado de los
partidos políticos que repetían, prácticamente al unísono el mismo discurso
dominante: cambiar es imposible, si no hacemos esto, nos caemos del mundo. Y al
final nos caímos, pero por seguir aplicando las recetas neoliberales.
¿Cómo podía resistir un país con 25% de desocupados netos, con 3 de
cada 4 trabajadores con problemas de empleo y 54% de la población debajo de la
línea de pobreza? Uno de cada dos chicos que nacían en la Argentina estaba
condenado a la miseria.
Pero el país cambió. A partir del 25 de mayo de 2003, un Presidente
convocó a todos aquellos que lo querían acompañar a poner en marcha los
mecanismos políticos, sociales y también culturales para reconstruir una
identidad integradora, de pertenencia social, que cambiara el “destino”
impuesto por otro, construyendo uno nuevo, día a día, con coraje y esfuerzo.
Néstor Kirchner nos convocó para construir el futuro, no para
padecerlo. Y junto con la actual Presidenta y con miles de brazos que se
sumaron a la tarea, rescribieron la historia. Una historia que cambió la agenda
de los poderes centrales. Una historia que volvió a hablar de memoria, verdad,
justicia social, integración inclusión y democracia con sentido social.
El esquema impuesto por la dictadura militar, con la complicidad de
Martínez de Hoz y los grupos económicos concentrados que se beneficiaron de
manera directa con el terrorismo de Estado, sólo pudo ser interrumpido y
modificado a partir del año 2003.
Pero no es que en 1983, con la recuperación de la democracia no se
intentó. En el primer tramo del gobierno
de Alfonsín se quiso y lamentablemente no
se pudo. Juicio a las Juntas, club de deudores, intento de renegociación de
deuda; pero se perdió. Se perdió frente a las grandes corporaciones que lograron
torcer el rumbo, y la matriz económica neoliberal perduró hasta el 2003.
Para salir de la crisis se necesitaba mucho coraje, convicciones que
no quedaran en la puerta de la casa de gobierno y crear una fuerza política que
acompañara al Presidente y que estuviera dispuesta a defender las conquistas
que trabajosamente se iban consiguiendo.
Allí nace la convocatoria de Néstor Kirchner a construir el presente
y el futuro, desde la historia política de cada uno. Nos convocaba, con la
mirada puesta en el horizonte, allí donde descansan los ideales.
Lo demás es historia conocida. La recuperación del poder político en
manos de los representantes del Pueblo; el cambio de la Corte, la renegociación
de la deuda, la generación de empleo y la expansión del mercado interno como
motor de la economía, la jubilación para millones de personas. En definitiva,
la construcción de una sociedad más justa e integrada, con memoria y justicia y
con una mirada latinoamericanista como soñaron nuestros próceres fundadores.
Hoy, en el tercer gobierno de un modelo refundacional y con
transformaciones estructurales llevadas adelante por la Presidenta Cristina
Fernández de Kirchner, las fuerzas conservadoras se mantienen y se mantendrán
confrontando, porque es una pelea por dos modelos diferentes de país.
Mientras los Biolcati , los Macri y los grupos económicos
concentrados de los que forman parte y a su vez representan, seguirán
repitiendo su discurso desalentador y nostálgico de un país injusto y pequeño,
nosotros seguiremos trabajando cotidianamente por la consolidación de una
democracia más justa e integradora.
Pero también, cada uno desde nuestra/su historia política seguirá
contribuyendo a ensanchar la vereda nacional, en apoyo al gobierno y en defensa
de lo conquistado.
Nosotros, desde Concertación Forja lo estamos haciendo en todo el
país. Somos una de las mil flores, una más, de las tantas que está floreciendo
en el campo nacional, popular y democrático.
Gustavo López
Presidente de Concertación Forja